David Jiménez Panesso (1945-2024)
Ayer la profesora Patricia Trujillo del departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia me escribió contándome de la muerte de mi maestro David Jiménez Panesso. Me quedé muy conmovida y agradecí mucho que me lo hubiera contado.
David Jiménez fue mi maestro de teoría, llámese filosofía aplicada al discurso literario. Era todo un cerebro y como corresponde a un maestro de teoría, su actitud era severa: si no le entregabas los trabajos el día y la hora no había forma de convencerlo de que te lo recibiera. Punto. Ahora bien, una vez recibido, el trabajo pasaba a un escrutinio escrupuloso y a su consecuente entrega, la cual consistía en una discusión con el autor-estudiante que tenía una duración aproximada de 15 minutos. Los autores-estudiantes esperábamos en fila fuera de su oficina, en el corredor de la facultad, sudando a mares y, luego, salíamos casi llorando por sus críticas. Sin embargo, en dicho panorama, pescar un elogio constituía una verdadera felicidad, una gloria, una medalla que te quedaba resonando durante todo el semestre.
También había sesiones de preguntas. Entonces ibas a su oficina y preguntabas aquello que no entendías. David era riguroso pero tenía paciencia: una vez llegué con la Teoría Estética de Adorno, y, durante una hora, David contestó pacientemente preguntas que iban desde el uso de los sufijos hasta contradicciones de traducción. Yo intentaba que David admitiera que era incomprensible mientras David intentaba que yo finalmente lo comprendiera. Ni el uno ni el otro cedía un milímetro y nos moríamos de la rabia cada uno a lado y lado del escritorio de su oficina en la Universidad Nacional de Colombia.
A David hay que recordarlo como poeta, siguiendo los versos sobre el riego de las plantas y la cotidianidad de los días, pero también como crítico, por ejemplo, cuando explica al escritor y diplomático liberal Baldomero Sanín Cano, ahondando en que la bandera que esgrimió del “arte por el arte” era una actitud más política que desinteresada. Dice David Jiménez:
La interrelación de lo estético con lo político y lo moral es una inquietud que asoma desde temprano en las páginas del ensayista colombiano [Sanín Cano]. Su defensa de la autonomía del arte e incluso su precoz bandera del arte por el arte estuvieron lejos de ser una consigna retrógrada. Pesaban muchos más en su actitud ciertos ideales libertarios que señalaban la meta del arte en su emancipación con respecto a los sistemas de poder que ejercen opresión sobre los individuos: Estado, Iglesia, convenciones anquilosadas, dogmas retóricos o morales, verdades metafísicas. (David Jiménez, Historia de la crítica literaria en Colombia, Universidad Nacional, Bogotá, 1992.)
En fin de fines. Hay que recordar a David Jiménez como poeta, como crítico, pero yo lo recuerdo sobre todo como mi maestro de teoría; en suma, David fue para mí el crítico que me enseñó a criticar la crítica. Y por eso estoy profundamente agradecida.
Abrazo sideral a David Jiménez.
Julia Buenaventura, 4 de agosto de 2024.